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Todas las personas que alguna vez nos hemos enfrentado a una clave dicotómica somosconscientes de que las fronteras netas no existen en la naturaleza. Desde hace más de dos siglos,muchos trabajos científicos se han empeñado en clasificar, distinguir, poner cada elementoen un saco concreto. Se trata de satisfacer nuestra avidez por identificar y, con ello, intentarcomprender. De hecho, esa forma de hacer ciencia ha aportado importantes conocimientosy avances en la interpretación de la naturaleza. Pero también, la ciencia es una construcciónhumana, que mantiene una relación íntima de interdependencia e influencia mutua con lasociedad y, por tanto, refleja las peculiaridades de cada momento. Y, en efecto, nuestra sociedadsigue clasificando, diferenciando, distinguiendo. Uno de los retos actuales de la educación esdesdibujar las fronteras, o más bien, eliminar los prejuicios que derivan de ubicar a las personasen categorías concretas que determinen sus capacidades, emociones y aspiraciones. Para ello,se ponen sobre la mesa conceptos como inclusión, atención a la diversidad o coeducación. Encualquier caso, estos planteamientos deberían ser pasajeros, transitorios, y, el hecho de quese prolonguen en el tiempo indica que seguimos clasificando y que hay personas que siguenquedándose fuera.En los últimos años se está produciendo de nuevo un repunte social imprescindible de losmovimientos que claman por la igualdad de mujeres y hombres. En relación con nuestradisciplina, en el año 2012 se creó en Oviedo, en el VIII Congreso Geológico de España, la Comisión“Mujeres y Geología”. Por fin, esta lucha está impregnando todos los rincones de la sociedad y suavance debe ser imparable hasta que, definitivamente, no sea necesaria. La ciencia y la educacióntienen una responsabilidad fundamental e ineludible en este proceso. Por eso, desde Enseñanzade las Ciencias de la Tierra queremos mostrar nuestra adhesión y reforzar nuestro compromisocon la construcción y transmisión de una ciencia, que, ante todo debe ser crítica. Pero todacrítica siempre debe comenzar por la autocrítica: ¿es adecuado el tipo de ciencia que enseñamosen la escuela y los mecanismos que usamos para acercarnos a su conocimiento? Muchaspersonas convendremos en el resultado de la autoevaluación: la ciencia en la educación necesitamejorar. Necesitamos hacer más investigación, plantearnos más preguntas y reducir la excesivamemorización de resultados cuyo alcance con el tiempo puede (debe) ser superado. Queremosuna ciencia que potencie la curiosidad, el espíritu crítico, la construcción de ideas propias.Buscamos una ciencia que desmorone sesgos y creencias injustas, que evidencie de formaobjetiva que la violación de los derechos humanos, la exclusión y la devastación del planeta porparte de la especie humana son ignorancia pura.En este contexto, el tema del día del presente número de nuestra revista incluye una propuestapara reflexionar sobre la visión tradicional de los contenidos de hominización y el injusto papelque dicha perspectiva impone a las personas: mujeres invisibles para la evolución y hombresexcluidos de aspectos cruciales como la crianza y los cuidados. La revista es un lugar paracompartir experiencias didácticas encaminadas a las ciencias de la Tierra como herramienta parael trabajo de la igualdad, la convivencia, la cooperación. Hay muchos frentes posibles, bastacon echar un vistazo libre de juicios a nuestro planeta. No es fácil, pero entre todas y todos,trabajando juntas y juntos, seguimos avanzando ¡Esperamos vuestras aportaciones!
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Com citar
“Número completo”. Enseñanza de las Ciencias de la Tierra, vol.VOL 26, no. 2, pp. 1-252, https://raco.cat/index.php/ECT/article/view/338826.
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