Resumen
El cine participa de la tradición de los ritos de evocación de los muertos que son también de separación de sus cadáveres. Una vez que la imagen se forma, el cadáver puede ser enterrado. A veces esta imagen es una lápida, otras una máscara mortuoria o una foto. El cine proporcionó una nueva posibilidad: la filmación del cadáver o el registro de cuando estaba vivo. De este modo, la fotografía y el cine han sido los dos instrumentos de inmortalización (embalsamamiento) más poderosos del siglo XX. El presente artículo indaga sobre los cadáveres inmanentes y trascendentes de la historia argentina: Evita Perón, los desaparecidos de la última dictadura militar, o Pedro Eugenio Aramburu (expresidente de facto que derrocó a Perón en 1955 y fue asesinado por la organización guerrillera de Montoneros), entre otros. A partir de las representaciones cinematográficas que evocan (con mayor o menor literalidad) a estos cadáveres y las expresiones populares que los acompañaron (cantos militantes, expresiones coloquiales, etc.), este texto se pregunta sobre el pasaje de un cadáver, en tanto tal, a su consagración como imagen del pueblo.