En España en los años de la dictadura franquista ser mujer significaba la subyugación a maridos o padres, así como, una educación segregada y enfocada al servilismo. La necesidad de consentimiento marital para poder realizar trámites burocráticos, la inexistente capacidad legal para decidir en ciertos temas de salud o la precaria planificación familiar eran aspectos habituales de la vida cotidiana de las mujeres. Éstos son algunos ejemplos de la innumerable lista que llenaba el significado de ser mujer en ese contexto histórico; pero en ninguno de estos puntos encontraríamos trazas de autonomía o libertad ni como mujeres, ni como parturientas. Afortunadamente, en la actualidad la mujer puede expresar sus preferencias, deseos y expectativas sobre el proceso del parto y nacimiento mediante su “plan de parto”, pero a pesar de las mejoras en términos de autonomía en la toma de decisiones, las mujeres pueden presentar preocupaciones y miedos ante el parto; la identificación de éstos permitirá a los profesionales de la salud personalizar los cuidados a la situación emocional de cada mujer.
Son las matronas los profesionales de referencia en la atención al parto normal, pero llegar a ser matrona implica un tiempo previo de formación, y este período no se encuentra desprovisto de responsabilidad legal, de ahí la necesidad de protocolos de actuación. La transmisión de conocimientos técnicos y actitudes éticas tanto durante el período formativo, como mediante formación continuada y actualización, a lo largo de la vida profesional, se convierte es fundamental en el saber hacer y en la definición de las competencias profesionales en la atención a la salud de las mujeres.